¿Dejar o quitar el pañal? Esa es la cuestión. El control de esfínteres es un proceso fisiológico que cada niño alcanza por sí mismo cuando le llega el momento.
Nosotros no podemos adelantarlo ni retrasarlo. Sin embargo, la retirada del pañal es algo que sí que nos atañe como padres porque, aunque nosotros no tengamos ninguna prisa, vivimos en una sociedad que sí la tiene.
Como ya sabréis si leéis este blog, siempre me gusta informarme previamente de cada situación que me toca o nos toca vivir. Embarazo, parto, lactancia, crianza… y con la despañalización no iba a ser menos.
Aprendí que los métodos conductuales no son lo ideal (aunque haya familias a las que sí les funcione, en esto como en todo, cada uno debe tomar sus decisiones pensando en sus hijos), que lo mejor era esperar a que ellos estén preparados y lo pidan y que este momento suele estar más cerca de los 3 años que de los 2.
Y ese era mi plan inicial. Esperar hasta que viera que A tenía interés por hacer sus cosas en el wáter y no forzar la situación. De vez en cuando, durante este invierno le preguntaba si quería hacerlo, pero su respuesta siempre era la misma, que él quería en el pañal. Entonces le contaba que más adelante, cuando él estuviera preparado tendría que hacer el pis y la caca en el wáter como papá y mamá. Pero no le convencía mucho.
Pasaron los meses y llegó la pequeña L por lo que ni por asomo era el momento de plantearlo. Aun así, observé que era perfectamente consciente y capaz de aguantar. Físicamente estaba preparado porque nunca hacía caca en la guardería, por ejemplo. Esperaba a llegar a casa. Y cuando tenía ganas de hacer pis me lo anunciaba previamente. Sin embargo, le preguntaba y seguía diciendo que él quería su pañal.
Y aquí es cuando entró en juego la presión social. No es que nadie me dijera nada, pero tú sabes que en septiembre tiene que ir al colegio y que allí ni admiten ni cambian pañales, así que llegado el buen tiempo decidí propiciar el momento.
Siempre es importante que involucremos a los niños en las cosas de la vida, más todavía si se trata de la suya. Por esto, el primer paso que dimos fue ir a comprar ropa interior con él y que él la eligiera. Se lo anuncié unos días antes y le contaba que cuando los tuviéramos y él quisiera, se los pondría en lugar del pañal y tendría que hacer sus cosas en el baño.
Unos días después, estando en casa jugando tranquilamente le propuse estrenar uno de los calzoncillos que habíamos comprado y le hizo mucha ilusión. Le dije que cuando tuviera ganas de hacer pis me lo dijera e íbamos al orinal o le volvía a poner el pañal.
El tema del orinal es otro. Como en el caso de Rocío, no quería tener este paso previo si al final teníamos que acabar en el wáter, pero como su rechazo hacia el wáter era frontal, no me quedó otra.
Esa tarde me pidió el pañal para hacer pis y siguió con él como hasta entonces.
Al día siguiente le propuse otra vez ponernos calzoncillos. Pensé que a ratitos en casa iría acostumbrándose a ellos y poco a poco dejaría de pedir el pañal. Pero entonces fue él el que me sorprendió porque a la hora de irnos al parque me dijo que no quería pañal.
Esa tarde se hizo pis un par de veces y le cambiamos la ropa sin más. Sin regañar, sin juzgar, casi sin hablar. Y cuando llegamos a casa volvió a pedir el pañal. Se lo pusimos, pero ahora cada vez que hacía pis, nos pedía que se lo cambiáramos porque no quería estar mojado. Ya me veía gastándome un dineral en pañales cuando le expliqué que si no quería estar mojado lo más fácil era hacer el pis en el orinal. La vez siguiente me lo pidió y desde entonces no ha vuelto a querer ponerse un pañal.
Durante los días siguientes tuvo algún escape puntual y, en el caso del pis hay que preguntarle de vez en cuando si tiene gana, aunque por lo general es él mismo el que lo pide o va directamente al baño a hacerlo él solo.
Por las noches seguimos con el pañal unas semanas, pero enseguida empezó a despertarse con él seco y a decirme que le molestaba. Yo no estaba muy convencida porque si tenía un escape iba a ser un desastre en mitad de la noche para todos, pero tampoco podía obligarle así que dimos el paso y otra vez me demostró que hay que confiar en ellos. Si tiene gana en mitad de la noche nos lo dice y, o bien se levanta, o bien le ponemos el pañal, lo que él elija.
El único problema que hemos tenido que superar ha sido la guardería. Al principio no quería hacerlo allí y los primeros días se pasaba toda la mañana sin hacerlo. Tanto yo como su padre le acompañamos en varias ocasiones al baño de allí acompañados por sus guías para que cogiera confianza. Le costó, pero en unos días confió en ellas también para esto y se normalizó la situación.
Finalmente atravesamos el momento que tanta incertidumbre me generaba. Cómo hacerlo, qué decirle, esperar o no esperar, usar premios o no…
Evidentemente mostramos nuestra alegría cuando empezó a hacer el pis y la caca en el wáter, pero no quería usar un sistema de premios para esto igual que no me gustan para ningún otro momento (en otro post os contaremos cada una nuestra postura con respecto a los premios y los castigos).
Muchas veces parece que solo hay una forma de hacer las cosas. No es así, lo tradicional no siempre es lo más adecuado, y podemos encontrar nuestra propia forma de educar y acompañar en la crianza. Aunque tengamos que plegarnos a los tiempos que nos marcan desde fuera, de eso es difícil librarse.
Arantxa.