Según se nos plantearon las vacaciones este verano, teniendo que esperar hasta mediados de agosto para escapar de la ciudad y disfrutar de la playa, planeamos otra escapada antes para el mes de julio. Como L aún es pequeña para grandes desplazamientos en coche, y teniendo en cuenta que íbamos a estar casi un mes en la playa después, queríamos algún entorno natural para disfrutar de la naturaleza y cumplir con nuestros deberes de verano.
Si recordáis, este otoño estuvimos en una cabaña en El Tiemblo que nos gustó mucho. Hicimos una parte del camino de Santiago, encendimos la chimenea, tiramos piedras al río… podeís leerlo todo en este post. En definitiva lo pasamos muy bien y me fijé en que tenían una piscinita muy mona, rodeada de montañas, ideal para el verano. Por todo esto, fue el sitio elegido para cambiar de aires unos días.
Buscando planes que hacer por allí, vi que a menos de 20 minutos teníamos el Bosque Encantado de San Martín de Valdeiglesias, del que había oído hablar como un buen plan para niños, así que decidimos dedicarle una mañana.
La otra mañana preparamos nuestras mochilas y elementos de porteo (pañuelo para bebé y mochila para toddler) y nos fuimos al Castañar. Siempre me ha gustado más ir en verano. No hay nadie y tienes todo ese entorno maravilloso para ti solo. La ruta es sombra continua gracias al bosque de castaños y hay hasta un pequeño riachuelo donde A estuvo jugando encantado de la vida mientras L tomaba su teta 🙂
Después de la ruta hicimos un picnic en los merenderos bajo la atenta observación de las vacas que nos rodeaban. Sin duda, toda una experiencia para A, que repetiremos cada verano.
Al día siguiente cogimos rumbo al Bosque Encantado. Se trata de un paraje natural, bastante modificado, con esculturas de arbustos que vas descubriendo en cada rincón.
El precio de la entrada es de 11 € por persona y los niños no pagan hasta los 3 años, pero si estáis alojados por la zona informaros porque a nosotros nos hicieron un buen descuento.
Había leído en su página web que había merenderos con sombra por lo que nos llevamos comida para hacer picnic. Sin embargo, cuando llegamos allí no era lo que me había imaginado. Yo en mi cabeza me imaginé una zona natural de árboles con merenderos dispersos pero la realidad era una carpa con un montón de mesas juntas, por lo que terminada la visita, decidimos irnos a comer a otro sitio.
El paseo por el bosque consiste en una ruta que vas siguiendo con el mapa que te facilitan con la entrada. Las esculturas están ubicadas por temáticas: animales, historia, inventos, mitología, cuentos… Fue muy divertido ir descubriendo una a una y buscando detalles como pequeñas puertecitas o castillos de los habitantes del bosque.
Todo está rodeado de un montón de especies de árboles y plantas con su nombre y origen además de contar con un jardín de cactus, bonsais y aromáticas.
Es un pequeño jardín botánico donde también aprendimos nuevas especies ahora que A está muy interesado en conocer cómo se llama cada árbol.
En total, pasamos un par de horas muy relajadas (con sus momentos de teta) paseando por un entorno muy diferente al que estamos acostumbrados. Un buen plan para conectarnos con la naturaleza de una manera sorprendente y divertida.
Arantxa.